En los noventa luego de la operación de Tormenta del desierto comandada por George Bush padre, vi un trabajo de investigación periodística producido por una cadena nacional en donde se mostraban los bunkers iraquíes atacados por los aviones de E.E.U.U. (era una criatura obsesionada con las guerras). Se sabe que fue una verdadera masacre sobre población civil indefensa pues aquellos bunkers estaban poblados por
mujeres y niños más que nada a pesar de que los estadounidenses se esforzaron por desembarazarse del rótulo de “asesinos de bebes” o “baby killers” luego de ocurridas todas estas cosas.
En el reportaje, una de las sobrevivientes iraquíes de la operación Tormenta del desierto recordaba a parte de su familia que falleció en uno de los bunkers como consecuencia de los bombardeos. Llegó a mostrar para este medio occidental lo que quedó del refugio y de sus seres queridos, ya que lo habían convertido en un museo para la memoria histórica. Confieso que terminé estupefacta con una de las imágenes que presentaba puesto que el calor de las bombas fue tan intenso que desintegró por completo los cuerpos hasta el punto de impregnar sus imágenes en las paredes del bunker. Pude ver como mostraba el video que había allí la tenue imagen de una madre con su niño.
Es horroroso saber lo que la barbarie humana puede hacer en pos de justificaciones absurdas que le sirven de disfraces para organizar sacrificios humanos cruentos.
Pero después hubo algo que también me llamó la atención:
que los cuerpos se habían evaporado dejando como sombras desdibujadas en los maltratados muros justo igual como había sucedido en las explosiones de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki al finalizar la Segunda Guerra Mundial. ¿Casualidad o coincidencia? Soy una incrédula de las casualidades y para mí las coincidencias no son meros adornos, si existen deben ser por algo. En aquel tiempo, me llevó a pensar que si la explosión en el bunker tuvo el mismo efecto que esas bombas nucleares sobre los cuerpos humanos, entonces qué clase de bombas arrojaban los norteamericanos sobre los bunkers con civiles desarmados. A tan temprana edad y yo ya tenía estos dilemas, más aún en esta época de la vida donde solo te tenes que preocupar por comer, dormir, el colegio y los amigos, donde las chicas solo hablan de novios, salidas, música y diversión y no sobre el destino de la humanidad y la perdición de la sociedad.
Lo cierto es que los remanentes que dejaron tales artefactos bélicos tenían efectos devastadores como los tienen cualquier armamento nuclear, que se comprobaron con el tiempo y que llevaron a confirmar mis sospechas.
Nuevamente, cuando E.E.U.U. volvió a atacar a Irak, allá por comienzos del nuevo milenio, se suscitaron otros misterios en torno al arsenal bélico que el gobierno de los Estados Unidos había enviado a utilizar: en los hospitales iraquíes llovían los afectados con extrañas heridas para las cuales ningún médico iraquí estaba capacitado para tratar, ni siquiera sabían con qué clase de armas los hirieron. Algo similar suele ocurrir cada vez que Israel ataca a los palestinos, atrae la atención las inusuales armas que se emplean sobre la población porque corresponden a un tipo de armamento nunca antes visto con el que es imposible realizar algún tipo de tratamiento médico efectivo sobre los heridos, quienes siempre terminan falleciendo irremediablemente después de una terrible agonía.
Y según lo que escuche entonces en el 2003, las heridas de las víctimas de los ataques de los aliados también fueron dolorosísimas y extrañas a parte de efectivamente mortales.
Otro hecho raro del que también tuve conocimiento fue el de unos niños que se encontraban jugando justo cuando les cayó una luz del cielo que no causó ni una clase de ruido por lo que no podía decirse que fue una bomba. Uno de los menores que alcanzó a refugiarse por temor a un bombardeo, después se dió cuenta que sus compañeros habían desaparecido completamente sin haber mediado ninguna explosión, sin encontrarse sus cuerpos. Hasta el momento nadie puede tener explicaciones concretas acerca de lo que ocurrió. Es muy probable que tratándose de una potencia occidental, hubiera sido un arma experimental de la que poco sabemos sobre su existencia. Hasta no hace muchas décadas tampoco se sabía que Israel también experimentaba con la fuerza nuclear, solo a partir del Incidente Vela y las revelaciones de un técnico israelí que actuó de espía y que traicionó a su propia nación, se supo que en esos lugares se cuecen habas igualmente.
En el documental, titulado
"La strage nascosta" ("La masacre oculta"), se presenta testimonios sobre los diferentes ataques de los Estados Unidos a Irak. Estos testimonios pertenecen a ex soldados norteamericanos y residentes de Faluya, además de videos y fotografías que permiten sustentar su denuncia contraria a las negaciones del Departamento de Estado de los EUA. En esta investigación se sostiene que se utilizó fósforo blanco de manera indiscriminada sobre la ciudad causando heridas graves a civiles, entre ellos mujeres y niños. Queda claro que desde la convención de Ginebra se ha prohibido la utilización de esta clase de materiales altamente peligrosos, más todavía si se los usa en la población civil.
"Escuché que se había dado la orden de ser cuidadoso porque se estaba utilizando fósforo blanco en Faluya. En la jerga militar esto se conoce como Willy Pete. El fósforo quema los cuerpos, deshaciendo la carne hasta dejar los huesos", dijo Jeff Englehart, activista contra la guerra y ex soldado norteamericano entrevistado por Sigfredo Ranucci, director del documental.
"Yo vi los cuerpos quemados de mujeres y niños. El fósforo explota y forma una columna de humo. Quienquiera que se encuentre en un radio de 150 m no tiene ninguna esperanza", añadió Englehart.
"Una lluvia de fuego cayó sobre la ciudad, y la gente que fuera blanco de sustancias de diferentes colores se empezó a quemar. Encontramos a la gente muerta con heridas muy extrañas, con sus ropas intactas", le dijo el biólogo iraquí Mohamed Tareq, estudioso de los hechos a Ranucci.
Cuando el presidente Bush hijo invadió Irak en el 2003, casi toda la munición norteamericana, granadas de los tanques, misiles de medio y de largo alcance, bombas antipersonales, bombas inteligentes, obuses, misiles de crucero y cualquier cosa diseñada para ayudar al bando anglo-norteamericano poseía uranio empobrecido. Demasiado uranio empobrecido.
Hechos los cálculos resulta que se ha usado aproximadamente según cifras del Pentágono, alrededor de 1815 toneladas de uranio. Claro el dato de estas cifras, se obtuvo clandestinamente, por parte de oficiales del bando de los aliados que no eran estadounidenses ni británicos.
No todos saben cuán perjudicial pueden ser 1815 toneladas y mucho menos de polvo de oxido de uranio empobrecido (UOD), que es en lo que el uranio se convierte cuando es disparado o explotado. Es el equivalente a 1.333 camiones o vehículos que pesen 1.360 Kg. cada uno. Y en el peor de los escenarios, cabe destacar que el uranio empobrecido no puede ser eliminado, no hay tratamiento ni cura. Permanecerá y sobrevivirá a la vida de los cuerpos de los marines y de los iraquíes, porque como se puede ver, dura miles de años, quiere decir que aún después de muerta toda esta pobre gente sus cuerpos seguirán siendo potencialmente peligrosos en términos de contaminación radioactiva.
Aquí salta la pregunta:
¿Cuántas bombas de Nagasaki se requieren para igualar la radiación del 2003 en Irak?
La respuesta dada por uno de los expertos que no dió su nombre y que trabajó en analizar el caso, fue de alrededor de 250.000.
Pero no esto no acaba aquí si quieren llegar a pensar. No señores, sucede que la radiación del 2003 en Irak no fue la primera que hubo, ni que habrá porque para el periodista canadiense William Thomas esto no es ninguna primicia.
Thomas viene, desde hace años, trabajando por su parte con veteranos de la Guerra del Golfo Pérsico. Gracias a él tenemos información nunca antes divulgada:
Según la acusación del veterano Jim Brown, durante la primera guerra del Golfo se lanzó una pequeña bomba nuclear de cinco kilotones entre la ciudad iraquí de Basora y la frontera con Irán. Si fue así, se trataría de la tercera bomba nuclear usada durante una guerra, tras las de Hiroshima y Nagasaki.
Una bomba nuclear de cinco kilotones es una bomba relativamente pequeña, más pequeña de la de Hiroshima, que era de 16 kilotones y la de Nagasaki, que era de 22. Sin embargo, los efectos de la radiactividad son igualmente terribles.
¿Cómo se puede contrastar su testimonio? Se obtuvo del banco de datos online del Centro Sismológico Internacional, que en el área cerca de la ciudad de Basora en Iraq se registró un fenómeno sísmico de fuerza equivalente a cinco kilotones, que corresponden a una magnitud de 4,2 aproximadamente en la escala Richter. Esta fue la única actividad sísmica detectada durante los 43 días de Tormenta del Desierto registrada precisamente en la zona señalada por Jim Brown, entre la ciudad de Basora y la frontera con Irán. Está catalogado con el número 342793 y sucedió el 27 de febrero de 1991, justo el último día del conflicto, a las 13:39. Nueve centros sísmicos lo detectaron: 2 en Irán, 4 en Nepal, uno en Canadá, uno en Suecia y uno en Noruega. Estos dos últimos midieron incluso la intensidad de la explosión, equivalente a 4,2 aproximadamente. En cuanto a su profundidad, se clasificó en el primer nivel superficial, que va de 0 a 33 km.
Para los sismólogos, las características de este sismo no se encuadran dentro de un movimiento de tierra natural sino artificial, es decir de uno provocado por el hombre. La fuerza que se liberó en este sismo corresponde a la explosión de una bomba nuclear de pequeñas dimensiones justo como lo indicaba Brown (los expertos de instituciones encargadas en energía nuclear en Irak, así como sus físicos encontraron algo que le llamó la atención en aquellos días, el porqué de que sus contadores radioactividad registraron drásticamente elevados niveles de radiación sin haber fugas aparentes en sus equipos).
Las razones del ejército norteamericano en tirar una bomba de estas proporciones, en palabras de Brown, eran las de acabar con la guerra. Pero el desastre para la población iraquí no se detuvo y diversos acontecimientos internacionales fueron la excusa para volver a invadir el país. Hoy, las fuerzas armadas de los Estados Unidos y de los aliados no se retiran de Irak pese a las promesas destiladas de los distintos presidentes…todavía.
Para Jim Brown, existe evidencia certera y su testimonio de que en Afganistán, entre el 1 y el 3 de marzo del 2002 hubo otra bomba nuclear lanzada sobre ese territorio que no tuvo repercusión mundial porque fue convenientemente disimulada.
Y a la hora de disimular sus acciones, gobierno de los E.E.U.U. es un especialista: el uranio empobrecido y el uranio no empobrecido, el que se usa para bombas nucleares, muestran
una especie de firma radioactiva que permite confundirlos, no distinguirlos. O sea que se puede disimular la detonación de una pequeña bomba nuclear de uranio no empobrecido con el uso de uranio empobrecido en las armas. Con este material,
los efectos inmediatos que se provocan en los individuos, los palacios, los vehículos imitan de alguna manera los efectos que provoca una explosión nuclear más grande, como pueden ser la desecación de los cuerpos, la destrucción inmediata de las calles, la pérdida de sangre por los ojos y la nariz. Las radiaciones que emiten estos pequeños proyectiles de uranio empobrecido se quedan para siempre, pero si estos proyectiles se usan repetidamente, como por ejemplo en las ametralladoras del avión A10, provocan un impacto fuerte de radiaciones, no sólo a través del polvo que liberan sino en las radiaciones que se propagan por la explosión de los proyectiles.
Concluida la guerra del Golfo, los EUA se embarcó en otra guerra, en la de la exYugoslavia. Esa vez el mismo presidente Clinton fue el jefe de las fuerzas aliadas en el conflicto étnico que enfrentó a serbios de Milosevic contra musulmanes, bosnios, croatas y otras minorías en la guerra de los Balcanes y el uranio empobrecido fue su brazo derecho (terminó con miles de vidas y con amplios territorios contaminados). No se puede dudar que lo hayan utilizado antes, ni tampoco después.
Son muchas las personas, demasiados los niños que han enfermado después de la “Tormenta del Desierto” en la zona de Basora. El doctor Jawad Al Ali, director del Insituto Oncológico del hospital de Basora, autor de varias investigaciones sobre la radiactividad en la ciudad ha encontrado lo siguiente:
· En 2001 la mortalidad a causa de tumores superó el número de 600 muertos anuales.
· En 1989 los muertos por tumores sólo fueron 34.
En cuanto a las fotos, el Dr Ali ha guardado las fotos de los casos más raros, como el histiocitoma fibroso maligno. Son tumores muy raros, estrictamente asociados a las radiaciones, están causados por ellas, de modo que se han documentado con fotos esos tumores.
Ali guardó fotos de niños con tumores, porque parece que los tumores han cambiado los grupos de edad en que se manifestaban, algunos tumores que antes se manifestaban en pacientes de edad avanzada ahora lo hacen en pacientes muy jóvenes, de seis años, ha habido un desplazamiento de tipos de tumores de las franjas de edad de pacientes maduros a niños de diez años. Es algo rarísimo, lo mismo que la aparición de un tumor en el aparato linfático de niños de menos de diez años.
Todo esto se disparó cuando empezó a elevarse rápidamente el
número de niños iraquíes hospitalizados que presentaban síntomas como pérdida de cabello, sangramiento, vientres hinchados atribuidos a un desarreglo del hígado y de los riñones; y por el número de pacientes, la mayor parte originarios del Sur afectados por leucemias y canceres. ¿Estaban ligados a la toxicidad química y radiológica de las municiones con uranio empobrecido? Al principio, los médicos iraquíes eran extremadamente reacios frente a una hipótesis como esa. Pero la generalización de los casos y de malformaciones de nacimiento condujeron, el 13 de enero de 1995, a la representación iraquí en las Naciones Unidas a dirigir una nota al Comité Internacional de la Cruz-Roja para protestar contra el uso de estas armas. En los Estados Unidos, desde 1991, antiguos combatientes de la guerra del Golfo afirmaban que padecían fatiga, pérdida de memoria, dolores, caída de cabello, problemas intestinales y cardiacos. Según ellos, estos síntomas « eran causados por el contacto con productos contaminantes ligados a la guerra como el humo del petróleo, pesticidas, (...) y posiblemente de radiaciones provenientes de armas ». Estos males fueron llamados « síndrome de la guerra del Golfo ». El doctor James Holsinger, sub-secretario de Salud en el Veterans Affairs Department, tuvo que reconocer, en junio de 1993, que antiguos combatientes del Golfo sufrían « enfermedades desconocidas » . Un programa emitido en febrero de 1994 en la cadena NBC presentó dos casos de contaminación probable por uranio. El primero es el del sargento Daryll Clark, quien explica como su grupo se encontraba cerca de los carros de combate iraquíes cuando los A-10 los destruyeron con obuses de 30 mm. Su hija pequeña nació después de la guerra con angiomas y ausencia de tiroides que, según los médicos del ejército, podrían ser debido a la exposición del soldado al UA (uranio empobrecido). Y no fue el único caso registrado de malformaciones en recién nacidos hijos de militares estadounidenses de los cuales se tiene información desde la guerra del Golfo a la última perpetrada por el gobierno de los Estados Unidos y sus aliados.
Mientras aumenta el número de casos de canceres y malformaciones en recién nacidos entre los residentes de Irak y los soldados que intervinieron en las distintas guerras queda solo esperar que nos depara el futuro y que otras noticias tendremos acerca de las potencias mundiales y sus armas misteriosas.