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sábado, 2 de julio de 2011

La trágica María Teresa de Francia

María Teresa Carlota de Borbón fue hija de los reyes de Francia, Luis XVI y la famosa  María Antonieta de Austria, hija y hermana a su vez de los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico.
Maria Antonieta y Luis de niños
Nació en el riquísimo palacio de Versalles en 1778, y fue recibida con toda clase de mimos pues la pareja real hacía mucho ansiaba la llegada de un hijo. Aunque fue la primera hija de los reyes, al ser mujer no podía heredar el trono debido a la ley sálica de los tiempos medievales, entonces se convirtió en una "Hija de Francia", la "Madame Real", el chiche de María Antonieta y la niña de Papá quien la malcriaba todo el tiempo. Pero la reina siempre le puso reglas, pues no le gustaba mucho la arrogancia de las frívolas princesas borbonas a quienes conocía bien.
 
                   Teresa de pequeña

María Antonieta fue una madre muy cariñosa y estricta, siguió el ejemplo de María Teresa de Austria, su progenitora, la emperatriz. Aunque la imagen que tenemos de ella fue distorsionada luego por los revolucionarios, de ella sus hijos aprendieron la devoción religiosa y las obras de caridad.
María Antonieta y sus niños
En 1789 ocurre la Revolución Francesa y el rey Luis, apodado el último por los antimonárquicos es derrocado y encarcelado con su familia. No se sabe qué habrá pasado por la cabeza del rey como para no haber enviado fuera de Francia a los niños de su familia, en vez de eso prefirió quedarse con su reina y con los nenes María Teresa y el pequeño Delfín Luis Carlos, tal vez con la esperanza de que alguno de sus aliados lo viniera a rescatar. Mientras tanto otros nobles que eran sus parientes huyeron en cuanto pudieron del país evitando el encarcelamiento y las torturas.
Pero la situación no pudo sino empeorar, la nobleza fue duramente juzgada por el pueblo y los antimonárquicos, acusándolos de todo tipo de desviaciones y derroches. El resentimiento popular se venía incrementando desde los tiempos de los abuelos del rey por la fastuosidad en que sus predecesores vivían mientras que el pueblo pasaba hambre.


 Palacio de Versalles por dentro
Cuando los revolucionarios tomaron los palacios reales el odio contra el rey estalló al ver el lujo de los edificios reales contrastando con la miseria del resto del país. A pesar de esto, Luis siempre había pensado en Francia y en su imagen frente a sus súbitos, e implementó un régimen de austeridad en sus palacios para beneficiar a su pueblo, pero no definitivamente no fue suficiente para la turba enfurecida, que no perdonó ni siquiera a los muertos.
El rey, su mujer, parte de la nobleza, políticos, miembros del clero y toda clase de ciudadanos de los cuales se pensaba que eran opositores a la revolución fueron hechos presos, condenados y en la mayor parte asesinados.
Luis murió decapitado en 1793, meses después le siguió su reina y luego la hermana menor de Luis, la Madame Real Isabel quien había quedado a cargo de los pequeños.
Cenotafio de Luis XVI y María Antonieta
Cuando María Antonieta, la Madame Isabel y los niños cayeron en la prisión fueron objeto de toda clase de ultrajes por parte de los guardias de la cárcel y los revolucionarios, al igual que el resto de los condenados. Sus verdugos se ensañaron todavía peor con esta familia real a manera de venganza por la vida llena de comodidades que llevaban ante la pobreza del pueblo y claro porque los antimonárquicos odiaban a los nobles y la Iglesia por eso habían envenenado más y más al pueblo en contra de sus gobernantes, en fin de toda la aristocracia y clero. Entre los autores intelectuales de la revolución había una gran cantidad de masones llenos de ideas "iluministas" y de "laicismo".
No consta en ningún registro si la familia real tuvo que sufrir agresiones sexuales por parte de sus carceleros. Tal vez esa información fue oportunamente eliminada para tratar de limpiar la imagen de la revolución o puede ser para salvar también el honor de estos nobles. Sin embargo, conociendo la crueldad humana, esto es muy probable que haya sucedido. Sobre todo, cuando en las cárceles siempre pasa de todo y los revolucionarios era gente de toda clase de calaña que se habrán visto libres para dar rienda suelta a sus bajos instintos y a su imaginación con estos desgraciados.
María Antonieta fue separada primero del pequeño Delfín Luis Carlos con el pretexto de que iba a ser "adoctrinado". Se confinó al niño a una cárcel por separada donde sus vigilantes se aprovecharon de estos para vejarlo. Lo que ha llegado a nuestros días sobre esos abusos fue que obligaban al nene a tomar alcohol hasta embriagarlo hacerle cantar canciones de la revolución con un bonete para ridiculizarlo, además de otras humillaciones. También se lo azotaba y golpeaba duramente y al final se lo encerró solo en una oscura y fría celda sin la vista de otras personas donde ya no lo alimentaron más a propósito para dejarlo morir de hambre. Como era de esperar el chiquito no sobrevivió y murió. Quienes luego revisaron a su pequeño cuerpo, relataron la atrocidad de su martirio en la cárcel: está totalmente desnutrido, lleno de infecciones, tumores y sarna y encima tuvo tuberculosis. 
El pequeño Delfín, Luis Alberto 
Tiempo después y calmado los calores revolucionarios, el corazón del niño fue colocado en una urna dentro de una Iglesia importante de Francia a forma de consolar la trágica memoria del joven Delfín.
Teresa también se vió separada de su tía luego de la muerte de su madre. Relegada a un tremendo aislamiento, Teresa, lastimada por la vida, se autoconsolaba escribiendo en las paredes de su cárcel lo infeliz que era y rogando a Dios que perdonasen a quienes mataron a su familia.
Increíblemente, Teresa fue liberada porque los destrozos de los revolucionarios cesaron (por lo menos Dios escuchó sus ruegos). Y recién, su tío, el entonces emperador germano, Francisco II se acordó de ella y mandó a su gente a recogerla y llevarla a vivir a Viena junto con el resto de su familia materna. 
Teresa como refugiada en Austria
En Austria, vivió bajo el amparo de sus tíos. También vivió cierto tiempo en Lituania.
Cerca de sus 20 años uno de sus tíos franceses la casó por convicciones políticas, con un primo que era tartamudo pero Teresa igual lo quería y cuidaba como una madre. Nunca tuvieron hijos, se dice que era debido a problemas de su esposo, también puede ser porque Teresa, al haber sido ultrajada en sus años cárcel, contrajo una enfermedad que le impidió tener hijos.
Con la restauración monárquica, Luis XVII fue rey con la abdicación de un pariente y ella fue reina por unos momentos.
En 1844, su esposo Luis Antonio, muere y Teresa se queda viuda. Opta, por regresar a Austria donde se recluye en una propiedad y pasa sus días rezando y en labores manuales. Con el tiempo se hace cargo de unos primos huérfanos y al no haber podido tener descendencia, los toma como hijos. Fallece en 1851 antes de cumplir los 73 años.

Una señorita de alta sociedad
Es terrible saber como de una vida llena de mimos y lujos, una infancia de ensueño, Teresa fue a parar a una lúgubre cárcel en el abandono, llena de penurias; de como una nena que pudo ser una señorita de sociedad y de la más alta alcurnia de Francia terminó siendo la víctima de toda clase de perversiones, hasta sexuales posiblemente, de estos marginales autodenominados "revolucionarios". Uno no se puede imaginar hasta donde llegan las bajezas de la barbarie de los hombres, su depravamiento, más sabiendo al saber estos que su pobre víctima no tiene como defenderse, ni una familia que le ampare. 
Revolucionarios franceses y la Bastilla
Hoy se vanagloria mucho a esta revolución, de sus instigadores, de su gente sin tener idea de lo depravados que fueron con estos niños inocentes.
María Teresa y su hermano
Al morir Luis y María Antonieta, eso dió paso a los revolucionarios por terminar con hacer lo que se les ocurriese con Teresa y su hermano, tal vez solo culpables de haber nacido en cunas de oro. Su hermano menor falleció al no soportar las torturas, pero sorprendentemente Teresa pudo sobrevivir con una tristeza que la marcaría de por vida.
María Teresa de Francia, en su madurez